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Vidas paralelas
Habiéndonos propuesto escribir en este libro la vida de Alejandro y la de César, el que venció a Pompeyo, por la muchedumbre de hazañas de uno y otro, una sola cosa advertimos y rogamos a los lectores, y es que si no las referimos todas, ni aún nos detenemos con demasiada prolijidad en cada una de las más celebradas, sino que cortamos y suprimimos una gran parte, no por esto nos censuren y reprendan. Porque no escribimos historias, sino vidas; ni es en las acciones más ruidosas en las que se manifiestan la virtud o el vicio, sino que muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirven más para pintar un carácter que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades. Por tanto, así como los pintores toman para retratar las semejanzas del rostro y aquellas facciones en que más se manifiesta la índole y el carácter, cuidándose poco de todo lo demás, de la misma manera debe a nosotros concedérsenos el que atendamos más a los indicios del ánimo, y que por ellos dibujemos la vida de cada uno, dejando a otros los hechos de grande aparato y los combates.
Plutarco (1921). Vidas paralelas. Recuperado el 21 de enero de 2014, en http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/fondo2000/vol1/alejandro/html/1.html
Ordene ascendentemente el flujo de energia en la siguiente cadena trófica
1. pez lisa
2. foca
3. filoplancton
4. tiburón
5. zooplancton
Seleccione la opción que continúa la secuencia en el espacio indicado.
Con base en el texto, identifique el título de la obra literaria a la que pertenece.
La doña está sentada junto al portal de la tienda del italiano Landucci, en un banquito de manera, exageradamente minúsculo para sus posaderas. Frente a ella, arde el fogón; un cajón de tablas cubierto de ceniza; arriba, unos fierros delgados; encima de estos, una hoja de lata requemada; y entre los fierros y la lata arden los carbones. Sobre una mesa, ennegrecida por el humo y la grasa, hay una respetable bandeja de hierro enlozado. Muchines, carne en palito, tortas de plátano verde, todo se encuentra allí, destilando manteca. A lado de los comestibles, en la misma bandeja, hay un tarrito de lata con monedas. Y apenas mas allá, el ajicero de vidrio. Ella, con larga cuchara de palo, da vuelta a las torrejas. Con la mano que le resta libre, avienta el fuego, serviéndose de un abanico de paja. El sudor cae por su cara. Los ojos están rojos. Los párpados, hinchados.
Cuba 1956, Fidel Castro y Ernesto «Che» Guevara lideraron una revolución que acabó
con la dictadura de: